jueves, 17 de marzo de 2016


De niña fue a la feria  de la mano de su padre y descubrió un mundo alucinante disfrazado de múltiples colores y formas al ritmo de un órgano, se detuvo el tiempo y se encapsuló en esa sensación egoísta y permisible.    Con el murmullo rodeándola ensordeciendo sus sentidos, se detuvo, mirando sin mirar, silenciosa, sin preguntas, sin respuestas…………..observando.

El tiempo se detuvo un breve instante hasta convertirse en nada, todo lo llenaban sus pensamientos y el anhelo de subir al carrusel.  No hablaba, tenía el vestido adecuado y los zapatos impecables; caminaba inquieta intentando descubrir el propósito del carrusel.  Las ideas haciendo ebullición en su cabeza, descuidada se sintió volar por los aires y en un instante estaba sobre un hermoso corcel de crines congeladas en el tiempo, lo buscaba con la mirada mientras la música sonaba y este comenzaba a girar sobre sus ejes, fue inquietante sentirse sola y lo que le devolvía la certeza y la sonrisa era ver a su padre en cada giro agitando la mano.

Se llenó de sueños y fantasías guardadas en lo más intimo, dejando que se asomen por sus pupilas para contarlo todo, sin saber muy bien que, anhelando un lápiz para rayar al mundo con miradas y frases escritas con el ímpetu de su corazón. Se miraba asi misma en el frio espejo que le devolvía una imagen ausente dentro de melodías musicales sentada en aquel carrusel.
 Murmullos, voces, risas, luces, rostros……..observandolo todo.

Se llenó de emociones que lastiman y encuentran dando vueltas sin sentido en una ecuación perfecta de metáforas felices atrapadas en el tiempo,  El carrusel seguía girando con una melodía que retumbaba a kilómetros de distancia, un escenario perfecto para sentarse a pensar con un tinte de miedo.

Los minutos cayendo como arena en un reloj, el sonido más prominente y las luces a lo lejos encendiendo y apagando como felino al acecho.  Y esa idea en su cabeza…………..nadie la encontraría, jamás sabrían que estaba ahí, se iría con la feria, volaría cada dia en un trapecio con su traje de luces, haciendo piruetas en el viento.

El problema no era que la encontraran…….era, encontrarse a si misma.  La risa suave y el cabello al viento soportando aquella melodía que la embriagaba con cada giro.   Las luces antes lejanas estaban cada vez más cercas, con las piernas temblando y el corazón latiendo casi tan rápido como el carrusel.

La música sigue sonando………………..

Sin saber que hacer,  sin saber que pensar, sin saber nada. Sin más todo comenzó a contraerse, el metal bajo sus pies, sobre su cabeza, siluetas vigilantes, sombras vigilantes, voces vigilantes y al centro el creador que hacia girar el carrusel a su merced.

No puede detenerse, ni el miedo paralizante, ni el frio acariciando su cabello pudieron impedir que cediera a la tentación y cedió a todo, cedió al miedo, a la ira contenida y disfrazada de valor, cedió a la autenticidad, a sus instintos. Se volvió inmóvil hasta congelar la sonrisa que ocultaba su verdadera historia, se convirtió en una figura más que decora el carrusel esperando a un alma que viniera a sellar su destino.

 Su vida ha sido un carrusel que gira sin detenerse a diversos ritmos que la llevan a sobrevivir.   Solo sobrevivir.

Sin consciencia de la velocidad que le dan sus exigencias en un absurdo plan de trascender que la aleja de los instintos básicos que reconfortan el alma. Gira, cierra los ojos, quiere más y más y más………..alimenta su ego mientras su espíritu flota ligera de equipaje.

Hubiese bastado una simple palabra a tiempo, un gesto amable en cualquier lugar, hubiera sido perfecto el empujón que la hiciese reaccionar, detenerse, frenar en seco, bajarse y reflexionar.


Se aferró al placer de los sentidos y se alió con su amnesia, espera impaciente donde apearse del carrusel en que va subida pero teme saltar.

La vieja estación........



La vieja estación, es una de las pocas cosas  del pueblo que se ha quedado olvidado del tiempo, convertida en ruinas es el refugio ideal para vagabundos y perros.

Es domingo soleado de principios de Marzo, tumbada en el pasto con los ojos cerrados, apretados, protegiéndolos de la luz intensa, recordando el ayer en que el bullicio de los pasajeros se amontonaban por la escueta sombra que proyectaba el edificio.

Solitaria aferrándose a un recuerdo que no quiere soltar, vulnerable a su memoria, al sol, al viento, con los pies descalzos recorriendo los rieles, el calor asfixiante la hace quejarse y la transpiración corre por su espalda humedeciéndola y recordándole momentáneamente el lugar donde se encuentra.

Suspira profundo y trae a su memoria los edificios del suburbio con balcones y plantas en ellos, fija su atención en una familia que espera paciente el arribo del tren, un bebé llorando, los pasos firmes y duros de un hombre con sombrero en mano y facciones endurecidas por el dolor de las astillas encajadas en su alma transmitiendo una mueca de desilusión y olvido.

Sonrie, le gusta el contacto con la naturaleza, los dedos rozando la tupida vegetación mientras continúa caminando, desintoxicándose del día a día; hace un alto en el camino pensando en lo que está por dejar y en el futuro que la espera, el destino es absolutamente incierto. Se aferra a pensar que la felicidad está en la siguiente estación…….

Sacude su melena mientras se reinventa, a nadie le gusta quedarse en la tristeza, busca una salida por eso ha venido a la estación, buscando un tren que la lleve por la vida, donde cada parada sea una estación pletórica de luces, aromas y sonidos con gente extraña.

Viajará con gente a su lado, unos subirán y otros bajarán dejándola sola, espera que el viaje la llene de alegrías, su mente fantasiosa le habla de esperas y despedidas.   Espera impaciente el futuro convertido en misterio, aún no sabe en que estación bajará, suspira profundo y deja que sus pulmones se llenen de paciencia, desconoce si el tren la llevará a donde quiere ir cual será la siguiente estación, si habrá nieve o tormentas………

Cuando llegue el momento de desembarcar es porque habrá dado lo mejor de sí misma dejando un asiento vacío y el recuerdo de si misma a otros viajeros que continuarán con su viaje.

Juega en sus dedos una vara retorciéndola como si cada vuelta tuviera un significado en particular, como si el lento crujir de la misma cortara la tensión que entumece su alma, la rama cruje y la saca de su estupor continúa caminando hasta el viejo roble que frondoso espera al final de la estación.

El tren llega, recoge sus pasos  con los zapatos en mano esperando entrar al vagón sonríe muy a pesar de la incomodidad que le causa la muchedumbre que la apretuja, exhala un suspiro y sus facciones se relajan, busca un asiento al lado de la ventanilla se siente cobijada como si el tren pudiera protegerla de las tempestades, de las garras y colmillos de animales salvajes.


Sonríe enigmática buscando en su bolsillo un labial carmesí que dibuja sus labios, consigue borrar la tristeza de su rostro sin embargo sabe que la misma tardará más tiempo en desaparecer de su corazón.