Voy a abandonarme al capricho de la memoria y a entregarme al deseo para
tomar una decisión y seguir sus huellas.
Es extraño, fácil y tremendamente agradable reconocerme en una
espectadora que se limita a verle deambular ataviada únicamente con mis
zapatos rojos, sombrero y una pashmina al cuello, con un equipaje que no
me pertenece observada por gente ajena a mí y me siento más yo, mas
dueña de mí y de mis actos, desdoblando mi auténtica personalidad.
Sentada a la barra de un bar, rodeada de hombres que miran de reojo espero
paciente con los dedos crispados.
Junto al ventanal se cuela la luz del exterior iluminando su sonrisa con la
promesa oculta del anticipo contagioso de divertidas fiestas; sentado a la
mesa del fondo su aspecto era francamente bueno y su rostro con una barba
que se había dejado de dos días con un corte de pelo que marca sus
sienes…………….sin lugar a dudas un hombre agraciado y taciturno.
Camina despacio, lento pero firme sobre el piso de madera, ella, cierra los
ojos para inmortalizar ese breve instante en que se cruzan escuchando el
sonido de sus pasos…………….se aproxima y se aleja dejando tras de sí el
aroma tibio a cedro, vetiver y cuero; baja las escaleras rumbo al desván,
alcanza la puerta y camina sobre charcas atajando caminos.
Me convierto en un voyeur silencioso que tatúa su espalda con historias,
buscando sus pasos noche tras noche, caminando bajo las estrellas dibujando
una historia no escrita sobre una vida discordante dibujando sus huellas bajo
la arena o bajo el barro siseante permanece inmóvil mientras se adapta a la
sensación que esto le causa entonces es consciente que mide en latidos el
sonido de sus pasos hasta volverse ensordecedor.
El reloj marca las cuatro de la mañana y sus pasos se alejan por calles
desiertas resaltando el sonido de sus pasos contra las baldosas, resultando
tan familiar como su respiración.
Al final del callejón la ha tomado por sorpresa robándole un beso para antes
de marcharse susurrarle al oído que fue un instante incomparable, ella
permanece inmóvil sin respirar no quiere moverse ni un milímetro para no
romper ese mágico momento pero no puede evitar escuchar como el
continúa caminando desapareciendo durante horas para recorrer los mismos
caminos una y otra vez con aires diferentes.
En la habitación, las sábanas enredadas en sus piernas, el cabello
desordenado y el eco de sus pasos, no se escuchan voces, hace tiempo que
no se necesitan palabras cuando hay otras formas de comunicarse. Una
mano retira un mechón de cabello sobre su rostro, la hace sonreír mientras
acaricia su mejilla. Una despedida, el roce de unos labios y comienzan a
correr las horas para volver una vez más al punto de partida, sabe que sus
risas iluminan sus días, que su pulso se acelera, que algo cobra vida en su
estómago como mariposas presas aleteando suavemente.
Por eso cada noche solo se escucha el sonido de sus pasos en todas las
direcciones posibles haciendo eco contra la piel del otro mientras sus dedos
trazan dibujos que nunca llegarán a un lienzo.