martes, 14 de octubre de 2008

Bajo el hechizo de la luna.







No me hace gracia escribir algo que no me apasiona. Sobre todo cuando en el estómago un cosquilleo ansioso es mucho más fuerte que las ganas de jugar con las palabras, por dignidad debería de abortar la intención de darle vida a un texto que seguro dejará mucho que desear. Y sin embargo aquí estoy, aferrada a las teclas esperando que el ejercicio de escribir algo mitigue un poco el nerviosismo que minuto a minuto recorre mi cuerpo. No voy a presentar un examen, ni a perder mi trabajo, ni a hacer una presentación ante cientos de personas. Para nada!!! Sucede que estoy a unas horas de irme de fiesta.

Nada de extraño debería haber en el hecho de salir a voluntad con los amigos. Para las personas de mi edad ir a algún lugar de moda, tomar algo y por qué no, conocer gente interesante es de lo más común y hasta excitante; para mi es indicativo de que mañana al despertar quizá no seré la misma y que la cruda que sentiré no será física, sino interior cuando el espejo me grite mil veces: las trasnochadas te sientan fatal, que no vuelva a repetirse!!!!.

Las salidas y yo nunca nos hemos llevado bien. Ya sea de fiestas, bares, antros, reuniones o cenas, las cosas nunca salen como deseo; o peor tantito, las cosas casi siempre salen como menos quiero. Además, detalles como el que los pies de mis amigos (todos) sean dos pies izquierdos que los hacen unos pésimos bailarines, el que yo no fumo, no beba y por ende mi nula resistencia a la bebida, me hace ser la clásica conductora designada. Aún así no se confundan ha habido noches maravillosas en las que todo sale bien, pero para mi desgracia ni son continuas ni constantes.

Entonces llego a lo contradictorio. Para que seguir haciéndolo? Por qué seguir retando a un rival que a todas luces es enorme? No lo sé, pero supongo que en mi caso es por la posibilidad que la noche le brinda a cada valiente que se aventure a adentrarse en ella. Porque es la noche, en conjunción con el magnetismo de la luna, el hipnotismo de las luces y la siempre alcahueta música, lo que puede hacer posible lo imposible y hacer que dos miradas se crucen en una ecuación perfecta. Porque la noche es amor, aventura, misterio y sobre todo incertidumbre es por lo que esta noche saldré, porque igual y ni pasa nada, o igual y los astros se alinean y con ellos un momento pase a inmortalizar un sueño. Por eso dentro de algunas horas saldré de mi casa rogándole a Dios que me cobije en la noche y me la haga breve, pues esa será la señal de que realmente valió la pena. Y es que las noches eternas, esas de pesadillas constantes y la impotencia inmóvil son un tormento. Me lastiman, por lo tanto les temo.

Con todo quiero jugármela y ver que pasa esta noche. Los minutos pasan rápido, la incertidumbre crece y las ilusiones (por más que no quiera) van haciéndose grandes de a poquito. Detrás del telón puede estar una gran camarería o un corazón roto; puede haber risas y diversión, o todo, o nada. O mínimo ganaré alguna historia.

Como sea es una promesa abierta, y los minutos están corriendo.