sábado, 28 de febrero de 2009

Establecer límites a los hijos es demostrar amor y preocupación. Los límites proporcionan al infante un sentimiento de seguridad y control.

Hoy en día, la dinámica familiar se ha ido modificando, por las exigencias en el campo de la economía, los cambios sociales y por el desarrollo laboral y/o profesional de ambos padres. En muchos de los casos, ambos padres trabajan y ven poco a los hijos. Los padres, por tal motivo, sienten remordimiento al no haber estado presentes, permitiendo que los niños se dejen guiar por sus propios impulsos, aún en presencia de los padres. El niño muchas veces no sabe hasta dónde llegar, hasta que el adulto se lo indica. El padre es el encargado de corregir las conductas erróneas del niño. En la etapa infantil el niño suele ensayar variadas conductas para conseguir lo que desea. Muchas veces empujará los límites, con tal de conseguir lo que desea. Tal vez el berrinche funcione, tal vez escupir, ordenar, patear, gritar, mentir o hasta llegar a referirle al padre que es malo o que no le quiere por no cumplir con sus deseos. En base a estos resultados construirá parte de su conducta. La conducta, así como el carácter también lo imitará de sus cuidadores y otra parte le corresponderá de lo que le viene por herencia. Puede incluso, exigir o reclamar a los padres por su ausencia y hacer lo posible para evadir la responsabilidad que le toca realizar a su edad.

A cierta edad puede ser encantador, sus groserías pueden verse muy graciosas, los padres podrán admirarse de su construcción lógica, pero sin corregir la molestia que le causa al hermano mayor. Mientras los padres le vean como el chiquito y le den afecto, incluso con sus “travesuras”, estarán reforzando su mala conducta. “¡Hay que gracioso lo que le respondió a la visita! ¡Me admiro de su inteligencia!” Si, muy inteligente, pero irrespetuoso e imprudente.

Los límites deben enseñarse. Ya que no solo le hacen bien a si mismo, sino que son favorables en las relaciones, en los asuntos laborales y en todas las negociaciones que tenga en los ámbitos de la vida. Los limites ayudan a delinear lo que le corresponde a el y lo que corresponde a los demás. En este campo de límites se irá formando su seguridad. La seguridad por otra parte, se forma a partir de sentirse querido, cuidado, respetado, sabiendo que es capaz y especialmente sabiendo hasta dónde debe de llegar para no atropellar a otros o ser atropellado por los demás. Los límites son vallas protectoras, por eso, causan seguridad.

El padre tiene la responsabilidad de mandarlo a recoger lo que aventó, de mandarlo a corregir sus errores y de mandarlo a realizar sus tareas. La tarea es del niño, no del padre. El hijo se debe enterar que le corresponde y aquello que no le corresponde.

Si el padre se siente culpable por no haber estado y le permite hacer lo que desee sin límites, el niño además de tener ausencia de padre, tendrá ausencia del autocontrol. No formará una estructura con la que pueda ponerse limites a si mismo, y no sabrá cuando detenerse de sus pasiones o impulsos, no se dará cuenta de sus modos incorrectos y del porqué la gente se le retira, pero tampoco sabrá cuando auto exigirse, ceder, esperar, autoanalizarse o ser persistente para realizar lo que desea por sus propios esfuerzos
Las llamadas de atención a los niños pequeños, incluso a los jóvenes, les ayudan a definir las relaciones interpersonales: quien está primero y quien después, cuál es su lugar y su situación en la vida; hasta dónde pueden llegar y hasta donde es su territorio. Los limites, en otras palabras, enseñan a los hijos la administración de sus fuerzas y del propio temperamento.

Es muy necesario saberse amado, saberse valioso en todo momento, cuando está tranquilo, o cuando se siente frustrado al no lograr meter el gol que esperaba. Pero si el infante está teniendo una mala conducta, en donde se daña a sí mismo o a otros, lo que necesita en ese momento no son muestras de cariño, sino límites, disciplina y hacerle ver sus errores, sin que esto implique que se deja de amar al niño, sino todo lo contrario, por amor se le corrige y ponen limites. Los límites son el amoroso corrector del padre para fortalecer el carácter del niño en crecimiento. El verdadero amor se fundamente en darle lo necesario para que se independice (el autocontrol) y pueda volar solo.

Los limites son la primera fuente del respeto a si mismo y del respeto hacia los demás. El respeto es un pilar muy fuerte que nutre la autoestima y el crecimiento, representa salud en las relaciones porque hay control de las propias fuerzas.

Para establecer límites debe tomarse en cuenta factores fundamentales como:
Claridad: Los límites deben ser claros, específicos, sencillos y positivos. Así se estará informando a los hijos lo que se espera de ellos y cuando. Así por ejemplo si dices a tu hijo: “después de comer, tira los restos de comida a la basura, pon los platos sucios en el fregadero y quita el mantel”, es probable que sepa exactamente lo que se espera que haga. En cambio decirle: “después de comer limpia todo”, no informará con tanta precisión de lo que se espera de él.
Razones: Indicar el porqué de las órdenes. Es un error suponer que los niños, por pequeños, no entienden. Ellos sí entienden, si se les explica a su nivel. “No jueguen en la calle”, es una orden impositiva que el niño no sabrá el porqué, mientras que “no juegues en la calle porque vienen coches y te pueden atropellar” o “no vayas a casa de Juanito hoy a la hora de la cena porque están muy ocupados en su casa”. Son instrucciones que el niño sabrá comprender y, por tanto, acatar.

Formulación positiva: Informa a tu hijo lo que hay que hacer, no de lo que no hay que hacer. Por ejemplo: “cuando te sientes pon la espalda erguida”, en lugar de “no te sientes así encorvado”. Cuando un niño llega a estar irritado y actúa destructivamente, los padres tienen probabilidad de pensar primero en los limites negativos, ejemplo: “¡No me hables de ese modo! Al lado de los “NO HAGAS”, un padre puede decir también: “cuando te enfades dime como te sientes” Esto muestra al niño otro modo de manejar el enfado o irritación.

Firmeza: Sé amable pero firme, así lograrás tener la atención de tu hijo. Puedes apoyarte con diversas formas, como:
· Tomarlo de los hombros mientras le das las instrucciones.
· Mirarlo directo a los ojos.
· Hablarle de una manera clara y con un tono firme.
· Dejar que tu rostro parezca serio mientras le hablas.
· Insistir en ser atendido y obedecido a una instrucción razonable.

Consistencia: Si las circunstancias son las mismas, los límites deben cumplirse una y otra vez. No obstante si las circunstancias cambian, los limites deberían ser revisados. Si los límites se aplican de manera inconsistente puede generar confusión en el niño. Por ejemplo: si un día se le prohíbe ver TV después de las 8 y al otro día se le permite hacerlo y otro día se le castiga por lo mismo, el niño nunca sabrá lo que realmente se espera de él.

No debe haber miedo de establecer límites a los hijos. De esta manera hay más probabilidad de ganar su cooperación en el seguimiento de normas. Al mismo tiempo le proveerán de experiencia y práctica en la toma de decisiones. Así se facilita el desarrollo del autocontrol y autodirección.