La vieja estación, es una de
las pocas cosas del pueblo que se ha
quedado olvidado del tiempo, convertida en ruinas es el refugio ideal para
vagabundos y perros.
Es domingo soleado de
principios de Marzo, tumbada en el pasto con los ojos cerrados, apretados,
protegiéndolos de la luz intensa, recordando el ayer en que el bullicio de los
pasajeros se amontonaban por la escueta sombra que proyectaba el edificio.
Solitaria aferrándose a un
recuerdo que no quiere soltar, vulnerable a su memoria, al sol, al viento, con
los pies descalzos recorriendo los rieles, el calor asfixiante la hace quejarse
y la transpiración corre por su espalda humedeciéndola y recordándole
momentáneamente el lugar donde se encuentra.
Suspira profundo y trae a su
memoria los edificios del suburbio con balcones y plantas en ellos, fija su
atención en una familia que espera paciente el arribo del tren, un bebé
llorando, los pasos firmes y duros de un hombre con sombrero en mano y
facciones endurecidas por el dolor de las astillas encajadas en su alma
transmitiendo una mueca de desilusión y olvido.
Sonrie, le gusta el contacto
con la naturaleza, los dedos rozando la tupida vegetación mientras continúa
caminando, desintoxicándose del día a día; hace un alto en el camino pensando
en lo que está por dejar y en el futuro que la espera, el destino es
absolutamente incierto. Se aferra a pensar que la felicidad está en la
siguiente estación…….
Sacude su melena mientras se
reinventa, a nadie le gusta quedarse en la tristeza, busca una salida por eso
ha venido a la estación, buscando un tren que la lleve por la vida, donde cada
parada sea una estación pletórica de luces, aromas y sonidos con gente extraña.
Viajará con gente a su lado,
unos subirán y otros bajarán dejándola sola, espera que el viaje la llene de
alegrías, su mente fantasiosa le habla de esperas y despedidas. Espera impaciente el futuro convertido en
misterio, aún no sabe en que estación bajará, suspira profundo y deja que sus
pulmones se llenen de paciencia, desconoce si el tren la llevará a donde quiere
ir cual será la siguiente estación, si habrá nieve o tormentas………
Cuando llegue el momento de
desembarcar es porque habrá dado lo mejor de sí misma dejando un asiento vacío
y el recuerdo de si misma a otros viajeros que continuarán con su viaje.
Juega en sus dedos una vara
retorciéndola como si cada vuelta tuviera un significado en particular, como si
el lento crujir de la misma cortara la tensión que entumece su alma, la rama
cruje y la saca de su estupor continúa caminando hasta el viejo roble que
frondoso espera al final de la estación.
El tren llega, recoge sus
pasos con los zapatos en mano esperando
entrar al vagón sonríe muy a pesar de la incomodidad que le causa la
muchedumbre que la apretuja, exhala un suspiro y sus facciones se relajan,
busca un asiento al lado de la ventanilla se siente cobijada como si el tren
pudiera protegerla de las tempestades, de las garras y colmillos de animales
salvajes.
Sonríe enigmática buscando en
su bolsillo un labial carmesí que dibuja sus labios, consigue borrar la
tristeza de su rostro sin embargo sabe que la misma tardará más tiempo en
desaparecer de su corazón.