jueves, 17 de marzo de 2016

La vieja estación........



La vieja estación, es una de las pocas cosas  del pueblo que se ha quedado olvidado del tiempo, convertida en ruinas es el refugio ideal para vagabundos y perros.

Es domingo soleado de principios de Marzo, tumbada en el pasto con los ojos cerrados, apretados, protegiéndolos de la luz intensa, recordando el ayer en que el bullicio de los pasajeros se amontonaban por la escueta sombra que proyectaba el edificio.

Solitaria aferrándose a un recuerdo que no quiere soltar, vulnerable a su memoria, al sol, al viento, con los pies descalzos recorriendo los rieles, el calor asfixiante la hace quejarse y la transpiración corre por su espalda humedeciéndola y recordándole momentáneamente el lugar donde se encuentra.

Suspira profundo y trae a su memoria los edificios del suburbio con balcones y plantas en ellos, fija su atención en una familia que espera paciente el arribo del tren, un bebé llorando, los pasos firmes y duros de un hombre con sombrero en mano y facciones endurecidas por el dolor de las astillas encajadas en su alma transmitiendo una mueca de desilusión y olvido.

Sonrie, le gusta el contacto con la naturaleza, los dedos rozando la tupida vegetación mientras continúa caminando, desintoxicándose del día a día; hace un alto en el camino pensando en lo que está por dejar y en el futuro que la espera, el destino es absolutamente incierto. Se aferra a pensar que la felicidad está en la siguiente estación…….

Sacude su melena mientras se reinventa, a nadie le gusta quedarse en la tristeza, busca una salida por eso ha venido a la estación, buscando un tren que la lleve por la vida, donde cada parada sea una estación pletórica de luces, aromas y sonidos con gente extraña.

Viajará con gente a su lado, unos subirán y otros bajarán dejándola sola, espera que el viaje la llene de alegrías, su mente fantasiosa le habla de esperas y despedidas.   Espera impaciente el futuro convertido en misterio, aún no sabe en que estación bajará, suspira profundo y deja que sus pulmones se llenen de paciencia, desconoce si el tren la llevará a donde quiere ir cual será la siguiente estación, si habrá nieve o tormentas………

Cuando llegue el momento de desembarcar es porque habrá dado lo mejor de sí misma dejando un asiento vacío y el recuerdo de si misma a otros viajeros que continuarán con su viaje.

Juega en sus dedos una vara retorciéndola como si cada vuelta tuviera un significado en particular, como si el lento crujir de la misma cortara la tensión que entumece su alma, la rama cruje y la saca de su estupor continúa caminando hasta el viejo roble que frondoso espera al final de la estación.

El tren llega, recoge sus pasos  con los zapatos en mano esperando entrar al vagón sonríe muy a pesar de la incomodidad que le causa la muchedumbre que la apretuja, exhala un suspiro y sus facciones se relajan, busca un asiento al lado de la ventanilla se siente cobijada como si el tren pudiera protegerla de las tempestades, de las garras y colmillos de animales salvajes.


Sonríe enigmática buscando en su bolsillo un labial carmesí que dibuja sus labios, consigue borrar la tristeza de su rostro sin embargo sabe que la misma tardará más tiempo en desaparecer de su corazón.