miércoles, 25 de noviembre de 2009

Emperador Romano.

Hoy recordé que hubo una época en que yo tuve un gato, una de esas cosas peludas de cuatro patas que maúllan lastimosamente y arañan estropeándolo todo, y como alguna vez escuché no se donde que las de mi profesión necesitamos además de una escoba voladora un gato y un caldero me dije venga ya tengo al gato!!!!

Así que no quedó más remedio que ir a ver que clase de bicho me había tocado en la repartición, tssss tssss tssss craso error!!!!

-Tu no aprendes verdad? (Eso es voz de Isela Vega si acaso me haría reaccionar)

Era la cosa más fea que yo hubiera podido ver, sucio, polvoriento, herido, huraño, desconfiado, maloliente y para colmo de males triste, genial justo lo que necesitaba!!

Así de pronto me vi luchando para asear a un gato……………..los gatos se bañan? al día de hoy no estoy muy segura pero es que solo pensar en pulgas y fauna gatuna invadiendo mi hogar me da cierto repelús, no lo dejé libre hasta que estuvo limpiecito y esponjocito.

Una vez repuesta de tan dura faena el gato salió huyendo de mis cariñosas manos y fue a sentarse lo más alejado posible de mi, el me veía yo lo veía………………entonces las dudas me asaltaron, necesitaba un nombre, algo que lo definiera, pensé en Chocolate y me pareció ridículo, bomboncito tampoco era buena opción además el gato no ayudaba mucho y había que levantar su espíritu por tanto decidí llamarle Basilius Caèsar Augusto Tiberio Màximus Invictos. Ehh ehh.

Así aconteció que pasaban los días y el gato a lo suyo: maullar lastimosamente y arañar cuanto objeto se interpusiera a su paso, después tomó la costumbre de pasar horas en la cornisa y eso me ponía al punto de la histeria, hasta que llegó el día en que el felino en un acto de masoquismo puro se dejó caer del segundo piso. Noooo si este no era un gato simple, era todo un caso! Porque uno podría pensar que los gatos hacen eso y siempre caen sobre sus patas el instinto hace que giren y aterricen sobre de ellas pero este debía tener alguna clase de tara en su ADN porque lo que hizo fue romperse una pata.

De la sorpresa a la angustia y luego a la incredulidad, finalmente el paso a la furia que vino como rio desbordado y finalmente ahí estaba con el pobre bicho en lo del veterinario que luego de curarlo y viéndome por encima de sus gafas con voz grave dijo:

-Nombre………Yo, toda educada que soy le di el mio.
(Cara de pocos amigos, voz más áspera)

-Nombre del gato………. Basilius Caèsar Augusto Tiberio Màximus Invictos, orgullosa que estaba de su nombre.
Silencio
Silencio

Luego por fin la soltó musitando por lo bajo: con ese nombre hasta yo salto del balcón; y otra vez al ataque.

-Nombre

Gato, se llama gato en un tonito de voz que decía todo menos bonito. Cubrí los honorarios y Salí de ahí hecha una furia con un gato triste de pata rota.

Así pasaron los días cuidando a un gato traicionero y cruel que no bien sanó una tarde escapó dejándome preocupada por él. No, si lo mío no es grave, es peor. ¿Qué necesidad tenia yo de eso? Si a mi realmente no me gustan los gatos.

Desde entonces cada vez que escucho maullar un gato mi instinto de protección me hace salir de ahí sin mirar atrás.