miércoles, 22 de octubre de 2008

La verdadera misiòn del educador.

Somos una de las criaturas más indefensas del universo. Esto se manifiesta desde que nacemos, ya que no podemos valernos por nosotros mismos; si nos dejan solos fácilmente padecemos. Estamos necesitados de los otros. Cuando crecemos preguntamos el por qué de las cosas. Es entonces cuando intervienen en nuestras vidas los maestros, peritos en alguna materia, o diestros en el arte y las ciencias.

Hoy toca hablar de aquellos maestros con los que nos toca convivir desde los primeros años de nuestras vidas, cuando todavía no tenemos un criterio propio. ¡Cuántos maestros han apostado su vida a la enseñanza! No sólo de las ciencias, sino también de los valores, que nunca se olvidan si estuvieron acompañados de una coherencia de vida en quien los enseñó. Una vida cargada de honestidad, del buen hablar y el buen actuar; los maestros que las poseen marcan la vida de los que fueron sus alumnos, pues se convierten para estos en un gran aliciente. Es a veces tan importante el ejemplo de un buen maestro, que se convierte en pilar que apoya el deseo de luchar para llegar a ser personas de bien, e influir en los diferentes ámbitos de la sociedad.

Pero es una pena ver la otra cara de la moneda, es decir, la realidad de las nuevas generaciones de maestros a los que ya no se les enseña el valor y la trascendencia tan grande de su carrera. Muchos maestros de hoy ven el magisterio sólo un medio de sobrevivencia y no una noble vocación de servicio. Son aquellos maestros que se la pasan en huelgas, sin importarles dejar de dar clases por varios días y hasta meses. Para ellos está primero un aumento de sueldo que las jóvenes generaciones que tienen en sus manos.

De hecho, son los maestros el gremio más huelguista. A muchos maestros no les importa que el aprovechamiento anual en sus alumnos sea de un 50% a menos en un lugar de un 70% a más; tampoco les importa que los alumnos les “maten clases” o “los compren” por una calificación. Esa clase de maestros no tiene peso moral, ni entre sus alumnos, ni mucho menos en su ambiente laboral y habitacional, pues su vida está lejos de ser coherente con su profesión.
¿Dónde inicia ese mal que ha llegado a ser un cáncer que corre? Sin duda en aquellas familias que no tienen grandes cimientos morales. Pero también tienen una cuna en el mismo sistema político, en el que la masonería ha tenido gran influencia. Argumentando que la educación debe ser laica los maestros olvidaron los valores (que no es lo mismo que religión) con el consecuente deterioro de nuestra sociedad mexicana.

Pero en realidad, la educación no es laica en nuestro país. Laico es un vocablo que proviene del latín laos, y significa el pueblo. Y en nuestro México, es lógico pensar que el querer del pueblo sería una educación honesta, que no excluya los valores, que fomente la integridad de los educandos, etc. Pero como el mismo pueblo está confundido en este sentido, son muy pocos los mexicanos que luchan por exigir un magisterio digno y una educación de calidad.

Esto es lo que ha influido para que las escuelas sean en su mayoría mal educadoras; y no por las materias que se impartan, sino por el ambiente permisivo que se da en ellas. El fruto de esto son hos hombres y las mujeres “con titulo”, pero sin valores.

En muchas escuelas se permite un gran libertinaje. ¡Porque saben sus prefectos, maestros y directores que en ellas hay jóvenes que están maleados por diferentes vicios! Es fácil escuchar que algunos estudiantes se drogan, otros son gay o lesbianas; y hablar de la práctica de sexo es el pan de cada día en muchos planteles. Y todo esto, que en sí ya es muy triste, viene a completarse con el hecho de que muchos estudiantes pertenecen a sectas satánicas y lo dicen con gran orgullo.

Y nuevamente es en el seno de la familia donde puede ponerse una solución. En la medida en que los padres eduquen a sus hijos las cosas serán distintas se debe ser modelo a seguir, destacando las virtudes. De ello no se habla en las escuelas, y sí de todo lo contrario: “tú tienes que ser el primero, aunque atropelles, aunque no seas honesto, lo importantes es que nadie, ni nada te humille!

Se debe ser modelo a seguir, buenos maestros de las próximas generaciones. Este mundo que nos toca vivir, cargado de violencia psíquica, física, ambiental, social y familiar necesita que cada uno de nosotros ponga lo que esté de su parte y se disponga a ser un maestro de vida auténtica, esté donde esté.